Soy una privilegiada: aprendí a disfrutar de la soledad hace mucho tiempo ya, y me dieron desde niña una formación sólida para ello. En muy pocas ocasiones siento aburrimiento.
Tener la obligación de quedarme en casa no me afecta tanto como a otros: puedo escuchar música, tocar el piano, leer, estudiar o escribir... Eso me embriaga y me nutre. Siempre lo hará. Pase lo que pase, en tiempos de paz y en tiempos de guerra. Es la esencia de mi felicidad.
Durante esos días grises, como lo venía haciendo unas semanas atrás, mi mente vuela y mis dedos corretean entre espacios blancos y negros. El teclado me ofrece una paleta de 88 tonos vibrantes. La frecuencia pone el color en mis oídos. No me aislo, me evado y respiro.
Mientras siga pensando que al final, estoy pagándome la residencia artística que siempre quise hacer, no me sentiré encerrada de forma arbitraria. Este tiempo suspenso congelado es volátil y altamente valioso. Pretendo ocuparlo haciendo cosas que me llenan.
Si bien me retiro en mi mundo interior, y allí estoy flotando a gusto, no me duermo a la hora de leer la situación actual. Y tengo varias reflexiones...
El buisness de una pandemia mundializada y global, retransmitida en directo es el evento morboso más seguido en este momento por todo el planeta. A las viejas "democracias" porque nos hemos aburrido de ver guerras, atentados y gente morir en barcos en el mar Mediterráneo. Y al tercer mundo o a los países emergentes porque por fin, un virus nos ataca de forma indiscriminada a todos los humanos...
En los 60, los medios cubrían el conflicto de Vietnam y daban una versión oficial en la televisión cuestionable... La gente seguía los ataques del ejército desde el sofá. También se hizo mucho después del 11 de septiembre 2001, en Afganistán, en Irak...
Hoy en esta situación de emergencia planetaria somos todos emisoras, somos corresponsales desde nuestras casas, a pesar nuestro, o aceptando el rol.
Cada post, cada conversación, cada mensaje enviado por internet se transforma en reportaje privado y público a la vez ...se recopila y se amontona en el Big data que vete tú a saber si puede sostener tanta información a la larga..
¿habrá un Big Bang de datos antes de declarar oficialmente la entrada oficial en la era digital?¿O todo se conservará como las tabletas de arcilla de Sumeria y veremos nuestros rostros y fragmentos editados de vídeollamadas, en una retrospectiva dedicada a la cuarentena de 2020 en algun museo del futuro?
Vivimos en una página de manual escolar que estamos editando entre todos : la imposición de la era digital, el teletrabajo y la distancia social de golpe; la configuración de nuevos ecosistemas económicos, un rediseño de la solidaridad y de los vínculos afectivos, políticos y sociales.
Cada país con su toque, con su tono, con sus reglas... El poder y la ciudadanía de cada país con su particularidad. Una carrera de actitud, de medidas extraordinarias, de baterías de soluciones.
Nos han proporcionado un apocalípsis a la carta... Un apocalipsis indoor, sin fuegos, relámpagos ni truenos; sin paisajes atormentados o fantasmagóricos como en los cuartos de El Greco.... No... un apocalipsis DIY, bien casero en nuestros hogares, convirtiendo nuestras vivencias en microburbujas.
Porque la era digital va mano a mano con la postverdad... Y que un canal Youtube, un mensaje colectivo en una lista de difusión equivale a un comunicado del gobierno o una rueda de prensa.
Estamos de zapping permanente. Pero en carne y hueso. Atrapados en nuestros algoritmos, feeds personalizados, y desempeñando nuestro papel en este reality show descomunal. Me pregunto cuántos canales de Youtube o instadirect se crean en un día...
Cuando leía en los libros de la escuela, que la caída del imperio romano ocurría en una fecha determinada, me dejaba atónita y no lo entendía. Hoy claramente soy consciente de que hay un antes y un después.